lunes, 4 de marzo de 2013

Dicciones de un vampiro relato de Vampiros ღ¸.♥´´¯`♥.¸¸.Ƹ̴Ӂ̴Ʒ..



 Desperté aquella vez dentro de un cajón; en un bello ataúd de un hermoso y perfecto material. Me sentía raro y noté que no me había sorprendido ni asustado el hecho de haberme encontrado en el interior mismo de un féretro. Me levanté sin entender absolutamente nada y me salí de aquel cubículo siniestro sin sentir emoción alguna. Observé detalladamente el lugar en donde estaba, una habitación espaciosa y oscura, plagada de objetos y decorados antiguos. Un lugar que no tenía ninguna sola ventana que pudiera dar hacia la calle, o por lo menos a algún patio o jardín; nada. Noté que mis manos estaban extremadamente pálidas y sin poder sentir la emoción del asombro, jamás había visto tamaña blancura en la piel de alguien. Al palpar una mano con la otra, noté una rareza indescriptible que jamás lo había sentido antes. Se trataba de una frialdad que mi cuerpo entero poseía, y aunque no la podía sentir, lo sabía; y fue en ese momento cuando comencé a sospechar. Me acerqué al enorme espejo que colgaba en la pared, y no vi absolutamente nada. Fue como si yo no estuviera allí. Mi figura no tenía existencia alguna para el cristal. Pasé mis manos a un centímetro del vidrio y hasta lo llegué a palpar, pero no había caso; no se me aparecía ni la sombra misma. Y justamente al pensar en ella, me dirigí hacia una mesa, me subí, y noté que tampoco se reflejaba a pesar de mi cercanía hacia las luces. La deducción y teoría de lo que era, se había confirmado por completo. Al bajar de la mesa lo recordé. Me acordé de la hermosa mujer de la pálida piel y ropa elegante. Del encanto en su manera de hablar, de la dulce y deleitable caricia que le había hecho a mi rostro y de cómo me iba seduciendo poco a poco hasta derrumbar en sus garras. Recordé sus apacibles palabras y de la fascinación que su voz me provocaba. Recuerdo cómo vi reflejados mis ojos en sus ojos, y de cómo los míos brillaron al oír la oferta de la eterna juventud que la dama me estaba ofreciendo, y no sé cómo y porqué le había creído. Pero el haberme dado cuenta de que se trataba de una mujer vampiro, recuerdo que en ese entonces me había asustado en sobremanera, especialmente cuando mis ojos contemplaron sus afilados colmillos, y más todavía cuando estos terminaron incrustándose en mi cuello. Pero la promesa de la eterna juventud y de tener siempre la misma apariencia, era mucho más fuerte que cualquier miedo y temor, y me dejé llevar cuando todo lo consumó con la absorción de mi sangre desde mi cuello izquierdo. Y aquí estoy escribiendo esta historia, la historia de cómo llegué a ser aquello a lo que todo ser humano teme, pero muy en el fondo desea ser. Yo tampoco deseaba serlo, pero me siento, si es que puedo proferir esa palabra, agradable. Hoy, y después de casi 200 años de existencia, tengo la misma apariencia que en aquel entonces, cuando todavía conservaba mi alma. Tengo esa misma juventud, más allá de mis años colmados. Pero sí hay algo de lo cual puedo llegar a decir que me arrepiento, aunque no sienta exactamente esa emoción. Es que el haberme convertido en un vampiro, ya no tengo sentimientos. Ya no puedo odiar ni amar, no puedo querer ni desear. No recuerdo lo que es la timidez ni la valentía, el esfuerzo de un corazón que late por un objetivo ni la pereza. Todo lo he dejado por el deseo de una eterna juventud, perpetuidad que me dio su precio y que en esta madrugada de luna nueva, y después de 197 años, me doy cuenta. Y lo peor es que, por la ambición de una vida sin vejez, un anhelo que siempre creí imposible en vida, no me di el tiempo necesario para conocer un amor, por la sobrada juventud que me plagaba. Esa palabra tan poderosa que ya la he olvidado y que no la siento al proferirla. El amar a un padre o a una madre lo olvidé. Todo lo he rechazado sin pensarlo. No recuerdo lo que es un padre o una madre, ni tampoco la amistad. ¿Qué son los amigos?, no lo sé; pero sí permanece en mi evocación y remembranza las sonrisas que esbozábamos con otros jóvenes (no recuerdo sus nombres), y si mal no me equivoco, aquellos eran mis amigos. Las salidas nocturnas y a cuantas mujeres perseguíamos me debería de producir quizás acabada nostalgia, pero no puedo sentir absolutamente nada. Ya no sé sobre el dolor y la pena, y por ende no puedo llorar ni tampoco puedo bosquejar una sonrisa, porque no tengo la emoción de la alegría. Ya no tengo el conocimiento de la pasión ni del dolor, ni de la alegría ni del llanto. No puedo sentir emociones ni inquietudes, ni pesares ni turbas; ya no recuerdo la compasión ni la maldad, ni sé lo que produce la sonrisa de un niño ni su llanto. Vivo preso en una misma apariencia, una eterna e inmortal pero simulada vida. Soy solo una cáscara sin su contenido. El alma ya no está y por ende mis sentimientos ya se fueron. Solo vivo de la caza, del absorber la sangre de los inocentes y no me importa su dolor porque no lo siento. Para muchos soy un ser malvado, pero no entiendo la diferencia entre el bien y el mal. Solo vivo por instinto, exactamente como los animales y así siempre seré. Los vampiros no somos infernales ni malvados, solo nos alimentamos de la sangre de los vivientes para poder sobrevivir y además de eso, no conocemos el bien ni tampoco el mal. No sabemos de la misericordia ni de la impiedad, del amor ni la inhumanidad. Somos lo que somos, ni buenos ni malos, simplemente vampiros. Aún no sé lo que me impulsó a escribir estas líneas después de casi dos siglos de supuesta vida. Si fuera una inspiración, estaría fuera de mi naturaleza y si lo que escribo son sentimientos expresados, sería igual de sobrenatural. Lo único que puedo llegar a descifrar es que se trata del simple uso de mi razón y nada más. Son palabras salidas desde mi cabeza y no desde mi alma, porque simplemente no la tengo, y tampoco mi corazón agolpa como el de un ser viviente, porque no tiene vida; late de manera funesta y fría. Mi amanecer es el ocaso, y al preludio del alba es cuando duermo. Despierto en las noches y descanso en el día, Ya no recuerdo la luz del sol...de cuán bella y fuerte es. Viviré eternamente entre las sombras, fundido en las tinieblas y enclaustrado en la totalidad de lo sombrío. Como la luna, ya soy parte de la noche. La oscuridad conoce mi nombre, y de hecho mi nombre es ella. El razonamiento es el alma del vampiro, y el sentir, los pensamientos. Por eso, con mis propios sentimientos estoy creando estas palabras, y espero que alguna vez alguien pudiera leerlas. Mi lecho es un sarcófago y mis horas son umbrías. La palidez de mi piel es como la blancura de la nieve, y es tan fría como el mármol. Así será mi vida por siempre, o el tiempo hasta que muera, si es que alguna vez vuelvo a fallecer. Añoro la luz aunque ame las tinieblas. Pero a pesar de mi naturaleza puedo recordar que cuando era un ser humano, prefería al día que a la noche, y de cómo la blancura de mi piel se oscurecía por el sol. El frío resplandor de la luna es la única luz en la cual me puedo deleitar, y ni siquiera siento su deleite. Siendo un ser completamente nocturno, aunque no pueda sentir este deseo, ansiaría volver a sentir la luz de la alborada. Sentarme en los pastizales y sentir el frío toque del rocío en la mañana. Estoy condenado a tener que vagar eternamente por las noches, como si fuera una sanguijuela errante, inmersa en una profunda soledad inmortal, sumergido entre las sombras, siendo parte de la misma. Las oscuras nubes de la noche bailan al compás de mi noctámbula existencia abominable, de mi lucífera y resplandeciente aurora sepulcral. Cualquiera con un alma que lea estas palabras pensará que soy un vampiro arrepentido. Jamás. Saldré esta misma noche, como en todas las demás, a satisfacer mis ansiedades. Amo la sangre y fuertemente la deseo. Amo sorber el preciado líquido desde las arterias. Es imposible retener esta hambruna. Tengo el mismo instinto asesino que un animal, y como para ellos, para mí no existe el bien ni el mal. Todas las noches despierto pletórico de sangre, abriendo los pesados túmulos donde esta lúgubre entidad se tumba a descansar, con la ansiedad extrema de humedecer mis labios, de sofocar a los mortales con mis brazos temidos y que mis lienzos y vestiduras, al final de cuentas, se hallen ensangrentadas, para después regresar a los pesados montículos nuevamente, y reposar de sangre saciado, sin más cobija que la niebla y el ulular dulce de los búhos. Me sumerjo entre los vapores de la inmortal enajenación y suspensión hacia un romance con las sombras y un idilio placentero que provocan las rojas tintas de los mortales. Las blancas palomas de las plazoletas, despavoridas huyen ante mi funesta y espectral presencia, y solamente los búhos y los cuervos de la noche son capaces de permanecer intactos, sintiendo y tal vez hasta deleitándose con el frío y mortal viento que acompañan mis pasos de vampiro. Por los años de los años, mi existencia será siempre la completa solitud. Viviré en reclusión perpetua con la noche, en un presidio de oscuras celosías que vislumbran hacia un horizonte cada vez más lóbrego y sombrío, más trágico y luctuoso. Lluvia de silencios se apoderan de mi cubículo siniestro, de piedras y fríos mármoles; una habitación en la que mi fantasmal cuerpo de vampiro, reposa en la soledad absoluta y en la despótica bonanza. En cada anochecer, la alevosa nocturnidad premeditada me devora por completo, y yacido en la genuflexión a mis instintos, mis pasos de noctámbulo sediento, transitan por las escalinatas de mi alcoba, para encontrarse con la luminosa dama de la noche, y comenzar la noctívaga rutina, pero placentera, y emprender en busca de mis víctimas y presas. Puedo oler a mi captura como una fiera hace con la suya. A gran distancia puedo percibir cualquier tipo de sangre, ya sea pura o impura, ya fuera fría o caliente. Allí no hay misericordia y no tengo Dios. Me gusta impulsar y excitar temor hasta llegar a hervir la sangre de cada una de mis víctimas, de tal manera que así pueda saborear mejor el líquido púrpura. Quizás sea un acto malvado según el humano pensamiento, pero los sentimientos son algo que no los puedo entender ni comprender. Todo lo hago simple y llanamente por instinto. Puedo pasar al lado de una virgen sin la necesidad de complacerme en la puridad de su sangre, como puedo, si el hambre y mi naturaleza lo permiten, ser propenso ante su crúor. Aunque nunca niego la propensión a este tipo de sangre. Soy tan frío como las cenizas de un muerto en una copa de plata. Mi corazón tiene la misma frialdad que la de un hielo, y es tan duro como una piedra. Solo vivo del instinto y de la lógica, de la razón y del pensamiento. Vivo por mí y para mí. He vivido dos siglos de vampiro y no sé cuánto tiempo más seguiré siéndolo. Quizás este sea un momento único en mi vida, o en mi vida muerta, en donde me estoy expresando como si realmente tuviera sentimientos; como si mi alma se me hubiera vuelto a posar en mí para este mismo instante, esta noche, para así escribir estas líneas, que mañana tal vez las olvide y sin más pensamientos ni nada, lo que en esta madrugada expongo, no lo vuelva a recordar. Pero no niego que vuelva a matar para sobrevivir y que no tenga piedad alguna, compasión que nunca tuve, en medio de llantos y de clamores, de lágrimas derramadas pidiendo por clemencia y vida, y tales gotas no me inspiran más que el saber que la sangre hierve más para mi gusto. Al próximo ocaso, quizás, al despertar, ya no recuerde estas palabras, pero seguiré siendo el terror de las noches bajo la cómplice mirada de la luna, y el ser más odiado e incomprendido del mundo, que simple y llanamente vivirá, como todo ser viviente, para sí mismo.

La leyenda del perro Negro

La leyenda del perro Negro 





Cuenta la leyenda que en el sector portuario, donde hoy se encuentran una serie de almacenes de contenedores en donde antiguamente se levantaba una conocida población que fue desalojada producto de los daños sufridos por el último terremoto que asoló a la región vivía un extraño personaje, solitario, oscuro, y del cual se tejieron muchas historias. Una de ellas señala que este hombre tenía un muy buen pasar, vestía ropas elegantes y siempre tenía mucho lujo a su alrededor, sin embargo quienes le conocían, nunca supieron de un trabajo o actividad que desarrollara. Se comentaba por entonces que este extraño personaje debía su fortuna a un tenebroso negocio.


Cuenta la leyenda que cuando ocurrió aquel terremoto y las autoridades comenzaron a desalojar a los habitantes de esta población, en su casa no había rastros del propietario y según los vecinos desde la mañana de ese mismo día nadie más lo vio.


En el desalojo fueron encontradas sus pertenencias, joyas, ropas e incluso un extraño libro negro sobre su mesa de noche, un libro tan extraño como su dueño, escrito en una lengua poco común que entonces quienes lo encontraron no consiguieron descifrar.


En su cuarto y a los pies de su cama sólo una pequeña imagen se movía, era un pequeño cachorro , un perro, que atentamente observaba las actividades de los extraños que ahí ingresaron. Uno de los funcionarios tomó al pequeño guardián y lo sacó de la vivienda con el fin de despejar el área, el can en silencio sólo observaba lo que ocurría con atención.

Pasó el tiempo y nadie volvió a ver al cachorro, en el lugar se levantaron una serie de bodegas en los terrenos que fueron comprados por empresas del rubro portuario.Luego de un año de este hecho ya en pleno funcionamiento del almacén portuario una noche un voraz incendio se desató en el lugar, las llamas ardieron hasta quemar por completo las oficinas que en el lugar se levantaron, ni el trabajo del personal de seguridad ni de bomberos que acudió al sitio lograron evitar que el fuego consumiera toda la estructura. Entre los curiosos, uno de los funcionario detectó entre las sombras una figura extraña, que desde las sombras observaba cada movimiento, se acercó y consiguió ver en su total dimensión lo que ahí se encontraba.... sentado sobre sus patas traseras, un perro negro , tan negro como la noche sin luna, con un pelaje brillante que en total calma observaba lo ocurrido. El animal era totalmente negro, sólo sus ojos resplandecían con un brillo singular en la oscuridad. Sentado miró atentamente durante las largas horas que duró el siniestro. Nuevamente, al salir el sol, nadie más consiguió ver al extraño animal.
Pasado un año de este accidente, mientras en la bodega se realizaban trabajos de desestiva durante la noche, repentinamente una cuerda que sostenía un pesado contenedor, cedió... cayendo desde una gran altura mientras era sostenido por una grúa, el jefe de las bodegas quien dirigía las obras no libró con vida, quedando mortalmente atrapado bajo la estructura.
Mientras los equipos de rescate trataban de liberar el cuerpo sin vida del administrativo, el mismo funcionario que participó en la anterior emergencia sintió una extraña sensación que lo obligó a mirar hacia el fondo del sitio... en la oscuridad, dos luces llamaron su atención, como dos intensos rubíes resplandecían en la noche... lentamente se acercó... y pudo comprobar con escalofríos nuevamente la presencia de aquel extraño ser... sí, era él, nuevamente sentado en sus dos patas traseras y con la misma calma observando todo lo que ocurría .Luego de esta experiencia y con el temor a contarlo a sus compañeros de trabajo, el funcionario comenzó a tener extrañas pesadillas, en las que veía a aquel can persiguiéndole por el patio de contenedores, el miedo y la angustia comenzaron a demacrar al trabajador quien incluso se vio en la obligación de pedir a sus jefes que por ningún motivo le destinaran el turno de noche en aquel lugar.
Así, otro año se fue, el funcionario no podía evitar sus reiteradas pesadillas en que veía la imagen de esa criatura y más aún sus brillantes y rojos ojos que con un tenebroso brillo inundaban la noche.
Llegó la mañana de aquel día en que se recordaban las tragedias ocurridas en la bodega, el trabajador como cada jornada se despertaba agotado por los terribles sueños en que era perseguido por la figura del perro. Pasado el mediodía repentinamente el teléfono de su casa sonó... del otro lado al contestar su jefe directo le informaba que una extraña enfermedad afectó a uno de sus compañeros de trabajo y se veía en la obligación de pedirle que tomara su turno; él al pensar en su amigo y en lo inesperado del llamado aceptó sin dudar y colgó el teléfono. Entonces se dispuso a sentarse a la mesa para almorzar mientras narraba a su esposa la tragedia que ocurría con su colega de faenas, la esposa quien sabía de las pesadillas de su marido pero no las causas comenzó a preparar un termo con café y unos sándwiches, el hombre se la quedó mirando y le preguntó para qué era eso, ella le respondió: 
- ¿Que acaso no vas a reemplazar a tu compañero enfermo? 
- Sí -le respondió. 
- Bueno, es que mientras tú te preparabas para el almuerzo tu jefe volvió a llamar para recordarte que el turno que le correspondía a tu amigo... era el turno de noche.
Al escuchar esa palabra, a la que tanto temía, "noche", un escalofrío recorrió todo su cuerpo, la angustia y la imagen de esa figura extraña no se alejaba de su mente.
Llegó la noche, y sus sudorosas manos se despidieron con una caricia en el rostro de su mujer, la que no comprendía el rostro de angustia de su esposo. Se dirigía caminando lentamente como queriendo no llegar al lugar, con el miedo a que ocurriera otra catástrofe como la de los años anteriores y peor aún toparse nuevamente con aquella imagen en las sombras.
Llego así a su lugar de trabajo, abrió aquel portón de metal por el cual debía ingresar, recibió el turno sin novedad y se dirigió hacia la caseta donde pasaría la noche, solo ya que no habría faenas en la jornada. Esto último le tranquilizó un poco ya que sin faenas el riesgo de algún accidente disminuía, sin embargo su angustia seguía en su corazón y sus pensamientos.
Pasaron las horas, y justo a la medianoche decidió salir a hacer una ronda por el lugar, encendió un cigarrillo y comenzó a caminar; con su linterna alumbraba a cada paso todos los rincones del almacén, sin embargo sus ojos estaba preocupados por lo que la luz no alanzaba a tomar, las sombras aquellas que tanto temor le producían.
Luego de caminar algunos metros y pasando frente a las instalaciones que hace un par de años fueron víctimas del incendio, nuevamente un escalofrío tomó su cuerpo, una extraña sensación le advertía de que no estaba solo.... de repente sin explicación su linterna se apagó, el cigarrillo no se pudo sostener en su boca y cayó al piso, desde el fondo en la oscuridad, nuevamente esas luces rojas que se hacían cada vez más intensas, su corazón comenzó a latir a mil por hora y su cuerpo totalmente paralizado no le permitía mover ni un músculo.
Sin poder ver nada, en las sombras sus oídos comenzaron a sentir unos pequeños pasos muy leves que se acercaban, eran pasos de un animal... era él, la causa de sus pesadillas, el miedo que cada noche le aterraba al ir a la cama. De repente sin saber cómo logró salir del trance y comenzó a correr, se dirigió a la puerta del almacén pero no estaba, la puerta había desaparecido, no había manera de salir del lugar, siguió corriendo, buscando un lugar para refugiarse, a sus espaldas el ruido de las patas del can que lo seguían cada vez más cerca , cada vez más fuerte, las puertas de las oficinas estaban cerradas, no había un solo lugar para estar a salvo y al fin llegó al fondo del patio donde no encontró salida.
Se detuvo. Volteó y allí estaba, a unos pasos, la bestia totalmente negra, con sus intensos ojos rojos. De repente entre las sombras sin saber de dónde, apareció la oscura sombra de un señor, un hombre de fina estampa, alto, delgado, que vestía completamente de negro. Se acercó, acarició la cabeza del can, soltó una leve risa y miró a los ojos del angustiado trabajador. Dió otros pasos, se acercó y le habló: 
- Veo que ya conoces a mi guardián, él cuida de mi casa mientras no estoy, no temas ya que sólo defiende lo que es de su amo. 

Luego una diabólica carcajada se escuchó en lo extenso del almacén de contenedores.
Al llegar las primeras horas del día, quienes llegaron al turno de mañana se encontraron con una extraña imagen, el trabajador estaba sentado en su caseta, con la mirada perdida, desde ese día no dijo una palabra más, los médicos aún no se explican qué ocurrió. Hoy se encuentra internado, su voz se extinguió, sólo él sabe lo que ocurrió esa noche y su familia se angustia al ver que cada noche al cumplirse un año desde ese extraño hecho sólo se acerca a la ventana y con los ojos llenos de lágrimas y su rostro empapado de miedo observa la luna que ilumina la ciudad.


Cuenta la leyenda que desde entonces cada noche de tormenta, es posible ver deambular por las calles de la ciudad la extraña y misteriosa figura de aquel animal de pelaje negro como la noche y de ojos rojos como rubíes, es él, el perro negro, y no camina solo, a su lado siempre a su lado, su amo, el hombre de oscura estampa y de diabólica carcajada, cuyo nombre mejor no diremos, para que usted pueda dormir tranquila, esta noche.

domingo, 24 de febrero de 2013

EL CALLEJÓN DEL DIABLO- Leyenda Mexicana 

 

 Hasta hace algunos años existía, a corta distancia de lo que hoy es el centro de la ciudad, una estrecha callejuela conocida con el nombre de Callejón del Diablo. La citada vía, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de árboles frondosos y atravesaba un paraje solitario en el que, a modo de vivienda, se descubría una casucha paupérrima habitada por un tísico. Ya sea por el enfermo, por el nombre del callejón o quizá por su lobreguez, el hecho es que poca gente se aventuraba de día por esa ruta; y quien la utilizaba, procuraba salvar su recorrido apresuradamente. Naturalmente, de noche únicamente los temerarios se atrevían a cruzar la tal callejuela; teniendo para ello que valerse de todos sus sentidos, pues después del ocaso reinaba allí una profunda oscuridad. En cierta ocasión, uno de aquellos bravos que son capaces de tragarse el propio diablo volvía a casa, luego de una sabrosa plática con sus compañeros de la ritual tertulia nocturna. Se internó en el callejón y, hallándose casi a mitad del camino, acertó a vislumbrar una figura que se apoyaba en el tronco de uno de los árboles mencionados. Tuvo un ligero sobresalto, pero inmediatamente se recuperó y mustió para sus adentros: -¿Con que forajidos a mí, eh? ¡Ahora verás!-. Y empuñando las manos, se dirigió resueltamente hacia el sujeto. Ya se encontraba a unos metros del individuo cuando, de pronto, se iluminó la escena y surgió ante los ojos del valiente un ser horrendo que reía malignamente. El noctámbulo sintió que la tierra se hundía bajo sus plantas; pero, acicateado por su instinto de conservación, en lugar de desmayarse se puso pies en polvorosa, logrando así evadirse de una segura desgracia. La noticia de que el callejón de marras se aparecía el demonio cundió entre la población y, a consecuencia del incidente ocurrido al trasnochador de la historia, se dio a conocer que otras personas ya habían sido asustadas por el monstruoso espectro. Y, si regularmente el callejón era escasamente transitado en las noches, al comprobarse que Lucifer se había establecido en él, ya nadie osaba ni por equivocación usar este camino después de ocultarse el sol.

Experiencias cercanas a la muerte, ¿algo fisiológico o sobrenatural?



¿El túnel y la luz son el sendero entre la vida y la muerte?
La mayoría de las personas que han pasado por esta situación describen sobre todo 2 cosas. Una luz al final de un túnel y una sensación similar a flotar sobre el propio cuerpo.
Un equipo médico ha tratado de dar sentido científico a estas señales.
Esas visiones en el umbral de la muerte son algo más que conocido por miles de testimonios de los que han vuelto a la vida tras una muerte clínica, e incluso el cine y la literatura nos ha traído esas imágenes, y hay miles de foros donde la gente cuenta sus experiencias, pero la pregunta es: ¿si estas visiones no fueran el umbral del cielo o la muerte y fuera un simple mecanismo de respuesta físico?
Para ello, analizaron los casos de 52 personas que habían sufrido un ataque cardíaco, de los cuales 11 habían experimentado estas percepciones (experiencias cercanas a la muerte o ECM)
En casi todas estas dos características aparecían:

1. Flotan sobre su cuerpo físico, observando todo el acontecimiento y perciben que poseen otro cuerpo. Suelen presenciar su cuerpo inerte en la cama o quirófano. Escuchan y ven cómo se les declara fallecidos.
2. Se van elevando y atraviesan por un oscuro túnel. A veces es un movimiento por una escalera o un vacío oscuro, el cual se traviesa con relativa rapidez y muchas veces con la sensación de estar flotando.
Pero, ¿Por qué se ve una luz al final de un túnel o se experimenta alegría?
La conclusión fue en que en estos casos de ECM suele darse un denominador común: un aumento de dióxido de carbono en la sangre que es provocado por el paro cardíaco. La privación de oxígeno también fue determinada como otra de las causas de las ECM. La falta de oxígeno en el cerebro podría ser la causante de estas experiencias. Otros estudios añaden también otras causas: aumento de dióxido de carbono en sangre y la anoxia.
Pero la verdad es que no se descarta que ese túnel se vea por efecto del subconsciente: “Hay que seguir estudiando este tipo de casos, todavía estamos en el comienzo”
Algunos explicaban la experiencias de este tipo, tales como una euforia desmesurada o caminar hacia una luz al final de un túnel eran síntomas típicos de la falta de oxígeno en el cerebro.
En lo referente al dióxido de carbono sí existen estudios donde se relaciona la inhalación de dióxido de carbono en mayores cantidades a lo habitual (como por ejemplo en lugares de gran altitud) con alucinaciones muy semejantes a las descritas por los que han vivido una E.C.M.
Pero mientras la ciencia sigue intentando dar sentido a este tipo de visiones en el umbral de la muerte, sigue abierto el debate, ¿estas visiones son fruto de algo fisiológico o de algo sobrenatural? Quizás algún día tengamos las verdaderas respuestas.

sábado, 23 de febrero de 2013